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18/03/14

El "berretín" de las cosas idas... La industria sillera, 2ª parte

 

Todo comenzó cuando Don Domingo Spina, en 1923, se inicia con "La Famosa", una pequeña Fábrica que a través de los años se convertiría en un verdadero emporio industrial

 

 

La palabra escrita del recordado FRANCISCO PASTINANTE, nos permitió, con la colaboración de otros referentes, compartir en una "primera parte", aquél histórico y fenomenal emprendimiento; que fueron "Las Fábricas de Sillas" en Arroyo Seco.

Todo comenzó cuando Don Domingo Spina, en 1923, se inicia con "La Famosa", una pequeña Fábrica que a través de los años se convertiría en un verdadero emporio industrial . A la par de ella, se fueron sumando otras, creándose en nuestra población una intensa actividad que generó una fuente inagotable de trabajo.

Es que, además del personal ocupado en ellas en múltiples tareas, nacía otra actividad, desempeñada en su mayoría por mujeres, en sus viviendas. Se trataba del "empajado de las sillas". Un trabajo totalmente artesanal. Corramos entonces el telón y compartamos el relato que Pancho Pastinante nos legara en esta "segunda parte", que nosotros hemos titulado:




Lo más anecdótico y nostálgico es el recuerdo de aquellos grupos familiares, que sin pertenecer al plantel de obreros de las fábricas, trabajaban para ellas en sus propios domicilios, a destajo o por trabajos realizados "empajando" sillas.

En su totalidad eran mujeres que se dedicaban al armado del asiento, trenzando el junco con gran maestría artesanal.

Así nació el gremio de"LAS SILLERAS", que junto al anciano de la casa, sus hermanos y sus niños, fueron auténticos exponentes del trabajo y habilidad para manejar el material vegetal. Los hombres jóvenes muy escasamente participaban en esta actividad. Ellos trabajaban en la fábrica o bien se dedicaban a otras tareas, en especial la rural. En las frías madrugadas, antes de las siete de la mañana, las Silleras salían de sus casas rumbo a las fábricas, para entregar las sillas "empajadas" y recibir las que debían "empajar".

Fluían de todos lados las "silleras". Transitaban las calles de tierra arrastrando sus carritos de mano, en la que transportaban las sillas acomodadas. Otras con pasmosa habilidad, atadas las sillas unas con otras, las llevaban en su cabeza equilibradamente, con despreocupada soltura.

Las entregas de sus trabajos en riguroso control las anotaban en unas libretas de hule negro, que al final de cada mes, luego de revisadas las cuentas, procedían a cobrar.

La fábrica "LAFAMOSA", había instalado una proveeduría de comestibles y artículos de limpieza, en la que obreros y silleras retiraban mercaderías a cuenta de sus haberes.

Década del 50, camioncito Ford T conducido por Jorge Nieri, propiedad de La Famosa de Domingo Spina

El trabajo de empajar sillas tenía sus secretos. El junco para ser procesado, debía de ser remojado para un mejor trenzado. Esto evitaba que al retorcerlo se quebrara. Además la "sillera", al trenzar, debía hacerlo con tensión medida y constante para evitar que el asiento quedara flojo o desparejo. La artesana se esmeraba por presentar un trabajo calificado.

En los días de invierno trabajaban en la cocina de su casa en la que reinaba un ambiente cálido. La chimenea quemaba los rollizos de madera, que al arder hacían más grato el ambiente. En el lugar, el mate, las tortas fritas y el pan casero amenizaban las horas de la tarea.

Cuántas madres cumplían su labor hasta altas horas de la noche para así ganar más, de modo que le permitiera atender con mayor holgura sus necesidades y las de su familia. Eran épocas duras y el salario no era muy remunerativo. Es que casi no había otro trabajo para la mujer humilde. Otra posibilidad, la otorgaba la cosecha de arvejas en chauchas que duraba escasamente mes y medio. 

Cuando llegaba la época de recolección, las madres y sus hijas e hijos mayores aprovechaban esta oportunidad y abordaban los camiones para ir a juntar arvejas. La jornada comenzaba al alba, en cada madrugada,y terminaba al caer la tarde cuando el sol se aprestaba a esconderse en el ocaso. Salían cantando y volvían cantando a pesar del cansancio.



En cada casa los ancianos y los niños menores seguían "empajando" sillas para cumplir con las fábricas. Al finalizar la cosecha de arvejas, las mujeres volvían a cumplir sus obligaciones de "silleras".

Eran otras épocas menos especulativas. A pesar del humilde "Standard" de vida del obrero, la alegría era la constante premisa. Épocas de vecindades amistosas y solidarias, predispuetas a trabajar sin horarios fijados y a divertirse sanamente.

En cada barrio periódicamente realizaban reuniones familiares y la gente se divertía bailando. Cualquier motivo era suficiente, cumpleaños, bautismos, compromisos esponsales, eventos inesperados y por tales acontecimientos se festejaba todo. Las "Silleras" habitaban en cualquier punto del pueblo, pero quizás la mayor concentración de ellas vivía en la parte N.O. de la localidad, más específicamente en el barrios de la "Boca", circundado por las calles San Martín y Rivadavia entre Sarmiento y "Barrio Milillo". En cuántas casas de familias se llevaban a cabo estos eventos hogareños.

En las noches cálidas, armadas las carpas en el patio, con arpilleras de "yute" para evitar el rocio, e iluminadas con SOL DE NOCHE ó lámparas de kerosene, y emparejado el piso de tierra, barrido y regado, era el escenario preparado para el baile al que acudía la vecindad invitada y algún curioso que se "filtraba".

Todo lo organizaban "Las Silleras" . Ellas bien presentadas con sus blusas bordadas a mano y las polleras de tela floreada; esperaban ansiosas la llegada de los jóvenes trajeados; con zapatos bien lustrados; prestas a divertirse bailando y cantando. 




Amenizaban las fiestas Miguel Dimaría, con su acordeón verdulera y Santiago Machuca, acompañando con guitarra. Otras veces, los músicos amenizantes, era el dúo que componían Nicolás Romagnoli (Taquito) y Nicolás Ruggiero (Nicolino); acordeón y guitarra, eximios ejecutantes de aquel tiempo. Todos se divertían sin diferencias de edades. Por un lado las jóvenes parejas que bailaban incesantemente, y por el otro los hombres maduros junto al vaso de vino, apoyados con los codos en la mesa, comentaban las alternativas de la fiesta, y para variar de cuando en cuando,centraban sus conversaciones sobre sus labores en el campo y por qué no reviviendo los recuerdos de la Italia "añorada".

Las madres sentadas en sus sillas de paja apoyadas en la pared, una al lado de la otra, sostenían en sus faldas a sus niños dormidos, velando sus sueños plácidos, por horas y horas mientras durara la fiesta Avanzada la noche, el dueño de casa, cuando
consideraba que ésta llegaba a su fin, batía sus palmas e invitaba a los presentes a retirarse.

Las "Silleras" y los muchachos emprendían el regreso a sus hogares a los efectos del descanso merecido. Solo quedaban en el lugar las mujeres y los hombres mayores que cumplían con el "deber" de hacer la limpieza y ordenar la casa. Mientras alguno de ellos seguían fieles a su vaso de vino. No tenían sueño, los años le brindaban la virtud de estar desvelados, lo que les permitía asistir al magnífico espectáculo del despertar del sol, que nacía y que les inauguraba un nuevo día para sus vidas.

Días apacibles ofrendados a la alegría y al trabajo que he vivido intensamente. Tertulias con gente humilde que se han grabado en mi corazón . Hoy por supuesto ha desaparecido el gremio "Las Silleras". Las fábricas han cerrado y todo es pasado. "Flashes" de un tiempo que en su momento conmocionó la vida laboral comunitaria. Fijaron normas y pautas distintas, una evolución industrial que benefició a todo un pueblo, a pesar de los bajos salarios, lapso de la vida, que cambió la vida humilde de "Las Silleras".

En las pantallas del tiempo, veremos andar por las calles a esa legión de mujeres trabajadoras, que ofrendaron gran parte de sus vidas, llevando la carga de sillas "empajadas" a las fábricas que ya no existen. Estas y aquellas marcaron un tiempo precioso en el desarrollo cotidiano ya ido.


Los tiempos fueron cambiando las costumbres, aquellas Fábricas, creadoras de trabajo, fueron cerrando sus puertas, el ruido de sus máquinas se llamaron a silencio. Algunos de sus Inmuebles aún perduran. Se los utilizan como Cocheras,y otros para depósitos de mercaderias. En el lugar donde estuvo "La Famosa", se construyeron viviendas, locales comerciales y también una Confitería Bailable ("Pasacalle").

De las silleras, solamente queda el recuerdo de los nostálgicos, que imaginariamente aún las verán pasar con sus carritos , riendo
y cantando por las calles del pueblo rumbo a las fábricas, cobijando sueños y esperanzas de un mañana mejor.

Todo lo ocurrido y recordado será motivo de nostalgias, con el agregado que es ya parte de la historia del Arroyo Seco siempre pujante.


* Este material fue publicado originalmente en TEMAS & NEGOCIOS en Junio de 2003


Material Consultado:

Archivo Particular.


Agradecimientos: 

Jorgelina E. Nieri, Familia Ciaralli, Familias de Nicolás (Taquito) Romagnoli y Nicolás Ruggiero.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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