21/10/14

El "berretín" de las cosas idas... El cine de Settecase (1ª parte)

 

 

 

"En los talleres de la memoria se forjan los mejores recuerdos..."

Permaneciendo fieles a nuestro criterio, de ampliar la posibilidad de participación, a todos quienes convoquen desde su corazón, a la magia de los recuerdos; es que podemos contar en esta oportunidad con una columnista de privilegio, ANITA SETTECASE; quién desde sus jóvenes y lúcidos 84 años, desanda la biblioteca de su memoria y nos ofrenda algunas polaroids de su pasado, con un original relato de sus propias vivencias sobre:




"Desde mi infancia"


Desde que cumplí los 70 años por bien de mi salud, ordenó mi cardiólogo que caminara por lo menos media hora por día; así lo hacía, pero como a mediados del 2003 tuve una fractura de cadera y me operaron, en esa quietud obligada del reposo, yo seguía caminando imaginariamente con mi mente. Paseaba con ella mientras recordaba lo vivido desde mi infancia, enganchando a eso, lo recopilado por datos transmitidos por cada uno de la familia.


"Mis queridos Padres y el Cine"


Nací en un hogar de amor en diciembre de 1919, luego de cinco hermanos, de los cuales, lamentablemente fallecieron tres desde pequeños, quedando yo como la menor, hasta que en febrero de 1929 nació el más chiquito: Pepito.

Mis padres inmigrantes ambos; Don José Settecase y Doña Ana María Carubia, se casaron en diciembre de 1907, habiendo sido él desde niño, agricultor junto a su padre y hermano mayor.

Al comenzar su vida matrimonial se instalaron en Arroyo Seco con un negocio de artículos para hombres, con todo lo que ellos pudieran usar (menos calzado) y muchas de esas prendas eran elaboradas por mamá.

Como el boom del momento era el cine, mi padre se atrevió a arrendar un salón de la Sociedad Italiana (después de otro lugar que
usaron primero).

Haciéndose ayudar por unos carpinteros del pueblo fueron modificando e instalando todo lo necesario para transformarlo en Sala de Cine, comenzando por cada una de las dependencias para lograrlo; piso de pinotea, cielorraso de madera, palcos bajos y altos para las familias, escalera de madera a cada lado para subirlos y aberturas con vidrios completos.

Para el verano, ventiladores de techo y de pared, casilla alta para colocar la máquina de proyectar las películas, telón y escenario que fue pisado por tantas compañías y conjuntos artísticos del propio pueblo.

Al principio, lo hizo en sociedad con un familiar y luego quedó él solo al frente, acompañado siempre por mamá y poco a poco por la familia, a medida que se iban haciendo mayores los hijos. Todo fue a fuerza de amor, voluntad y pulmón. Al ser yo la menor, fui la niña mimada; me apasionaba ver las películas cómicas como las de Chaplin y tantos otros, de aventuras y de cowboys con sus famosos caballos, las de indios y las de Tarzán, etc., llegando así a las proezas de la buena y servicial perra "Lassie". Tiempo más tarde, se exhibieron las de Frankenstein y Drácula: "de terror" para mí... ¿cómo las iba a dejar de ver ? Eso sí, luego no podía conciliar el sueño y ahí estaba Papá, siempre al pié del cañón, con sus tesitos tranquilizantes.

Era un trasnochador obligado, revisando de punta a punta toda la sala desde el escenario y palcos hasta la puerta de calle por
si hubiera quedado alguna colilla encendida. Esto, significaba un gran peligro por lo inflamable del celuloide, material con el que estaban hechas las películas.

Tiempo después me comenzaron a atraer los films románticos, interpretados por las divas del momento, tanto del cine mudo como sonoro: Bette Davis (con su bien disimulada miopía y siempre tan coqueta); Marlene Dietrich (la de las bellas piernas); Greta Garbo (la del perfecto perfil); la inquietante Catherine Hepburn y su amor imposible pero duradero; las de acción y las de guerra. 

A través de ellas, desfilaron ante mis ojos las figuras de: el romántico italiano Rodolfo Valentino, otros recios como Orson Welles en el "Jorobado de Notre Dame·" etc., etc. Imposible recordar y escribir sobre todas las que he visto.

No quiero dejar de mencionar a la maravillosa Ingrid Bergman, interpretando tan buenos y variados argumentos como "Anastasia", "Por quién doblan las campanas" y la inolvidable "Casablanca" junto al multifacético Humprey Bogart, como asimismo las comedias románticas con la famosa pareja, Doris Day y Rock Hudson.




Aprendí Historia, a partir de los grandes hechos épicos llevados a la pantalla por importantes sellos o estudios, como el que se caracteriza por el león rugiente "La Metro Golden Mayer" y tantos otros que lograron plasmar la importancia de muchas personalidades con notoriedad, interpretadas por artistas famosos como Judy Garland, LizTaylor y entre las nuestras: Mirtha Legrand y muchos más que iniciaron sus carreras siendo pequeños.

Desde que tengo uso de razón, el cine, en Arroyo Seco, estaba ubicado en calle Belgrano al 700.Tenía puerta de entrada de hierro central seguida por verjas a los costados; entre éstas y la pared quedaban dos espacios como jardines, uno de los cuales utilizaba con mis amiguitas para jugar por la mañana. A continuación seguía la entrada propiamente dicha al Cine: una puerta bastante alta, de fuerte y noble madera,seguida por un zaguán con una habitación a cada lado; la de la derecha era utilizada por la comisión de la Sociedad Italiana para sus reuniones y en la de la izquierda estaban las boleterías. La entrada a la sala de cine, era una abertura bastante ancha, con una parte algo cerrada y toda cubierta con una gruesa y oscura cortina corrediza de felpa, para proporcionar un ambiente adecuado, durante las secciones diurnas; matiné y familiar.

Como al principio las películas eran mudas, papá compró un piano alemán que cuidaba como un tesoro; si bien es cierto que también era pianola; o sea que le colocaban rollos perforados, con la música allí grabada y adecuada al argumento del film. Esto funcionaba en forma eléctrica o con una llave especial que luego doné al Museo de Arroyo Seco.

Sin embargo, en las películas importantes como La Pasión de Jesús, de gran atracción para la gente del pueblo y alrededores, papá contrataba al Profesor Rinaldi, para amenizar la función con música adaptada. Luego hizo lo propio comprando una vitrola y una serie de discos con música clásica de grandes autores, proporcionando un clima especial para acompañar, lo que sucedía en la pantalla.


 


En nuestro próximo "berretín" continuaremos con la segunda parte de este relato inédito de Anita Settecase.



Material Consultado: Material de archivo.

Agradecemos a: Ana María Cardone; Angelito y Marta Settecase; Teresa Malacalza.


* Este material fue publicado originalmente en TEMAS & NEGOCIOS .


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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